El baile Flamenco es genuinamente andaluz y universal. No hay rincón en el planeta donde no exista una academia de baile Flamenco que enseñe sus movimientos, en los que todavía se reconocen trazas de las culturas andalusí, castellana, gitana y afroamericana que dieron lugar al Flamenco.
A partir del siglo XVIII comienza a documentarse y evolucionar como una danza estructurada, con tres escenarios destacables: Cádiz, Jerez de la Frontera y el barrio de Triana en Sevilla. Aunque también existen otros bailes, Flamencos y aflamencados, como los fandangos que recorren media Andalucía o las zambras de Granada.
En el siglo XVIII el Flamenco se bailaba en lugares cerrados, casi siempre patios, y no sería hasta bien entrado el siglo XIX cuando ganó popularidad.
Durante el siglo XIX florecerían los denominados cafés cantantes donde se tocaba y bailaba Flamenco, hoy en día denominamos tablaos. Aunque durante el siglo XX sufren un declive, el baile Flamenco ya se estaba consolidando en otros escenarios gracias a su incorporación en espectáculos coreografiados y en múltiples películas y obras teatrales.
Con el salto del baile Flamenco a estos nuevos espacios comenzaron a surgir las primeras figuras del baile como Antonia Mercé ‘La Argentinita’, La Macarrona, Malena o Rosario la Mejorana entre otros muchos bailaores y bailaoras.
A partir de los años 50, otros artistas fueron tomando el testigo de los primeros y continuaron dejando huella en el baile Flamenco, como Antonio Ruiz Soler, conocido como ‘Antonio El Bailarín’, quien consiguió pasar a la historia del Flamenco como uno de los mejores artistas de este arte.
Ya en los años setenta comenzaron a surgir escuelas artísticas que formaron a bailaores como Antonio Gades, quien dio un nuevo impulso al baile Flamenco.