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Antonio Cruz García; Mairena de Alcor, 1912 – Sevilla, 1983. Intérprete español de cante flamenco. Con tiempo, dedicación y paciencia, recuperó estilos que se habían perdido y los resituó en el panorama del flamenco contemporáneo, adaptándolos en algunos casos a los nuevos tiempos. Por este motivo fue acusado de imponer una excesiva rigidez al cante, que estaba ganando mayor libertad gracias a figuras como Camarón de la Isla y Paco de Lucía.

Sin embargo, su labor le valió el galardón más importante para un artista flamenco, la Llave de Oro del Cante, en 1962. Su voluntad conservacionista le llevó a escribir, en colaboración con R. Molina, Mundo y formas del cante flamenco (1963), y en 1967, Confesiones de Antonio Mairena. En 1966 grabó su obra cumbre, La gran historia del cante gitano andaluz, en la que interpretaba tipos distintos de seguidillas y soleares.

Mairena perteneció a una familia gitana asentada en Mairena del Alcor desde tiempos de Carlos III, y desde niño tuvo oportunidad de desarrollar sus extraordinarias cualidades artísticas. Frecuentaba ya de pequeño las fiestas gitanas a las que acudía con su padre, también gran aficionado al flamenco (aunque no era cantaor). Sus maestros fueron Joaquín el de la Paula y Manuel Torre; este último dijo de él, al morir en 1933, que Mairena era el único capaz de sucederle, pues había aprendido sus enseñanzas y las había llevado a la perfección.

Placa a Antonio Mairena situada en el parque del flamenco de Fuente Palmera

Comenzó cantando con el nombre de «El Niño de Rafael», y luego usó el de «Niño de Mairena», hasta que se consolidó el de Antonio Mairena por el que hoy es recordado. Desde el principio se interesó por la restauración de los cantes más viejos, como las tonás o las livianas. En ese gusto basó toda su estética, que le llevó a un perfeccionismo absoluto a la hora de interpretar cualquier cante. Esa actitud le relegó del mundo del éxito: no participó en los espectáculos de Ópera Flamenca y tuvo por tanto que esperar a la etapa de revalorización para ser apreciado.

Mairena distinguió entre cante gitano andaluz y flamenco. Pensaba que los gitanos hacían lo primero y que él estaba en esa línea siguiendo los pasos de Manuel Torre. El flamenco lo harían cantaores como Antonio Chacón y todos los fandangueros de la Ópera Flamenca. Nunca se había sentido a gusto en su trayectoria como cantaor dentro de compañías de baile; ganó mucho dinero, sobre todo con Antonio, el bailarín (hasta cinco mil pesetas diarias en los años cincuenta), y esto le satisfizo, pero él decía que la colaboración no es del todo aconsejable para el cante gitano andaluz, porque no podía cantar lo que él quería, sino que tenía que supeditarse al baile, lo que significaba cantar aires rápidos llenos de potencia en detrimento de la exquisitez y la intimidad de la soleá o la seguiriya, donde podía surgir el duende, que él denominaba «Razón Incorpórea».

ESCULTURA A ANTONIO MAIRENA EN JARDINES RAFAEL MONTESINO DE SEVILLA

Sólo quiso cantar para el baile de Carmen Amaya y no lo pudo hacer a gusto. Primero la Guerra Civil y luego problemas familiares de la bailaora en la posguerra limitaron su colaboración a algo más de dos meses en total. En sus Confesiones señaló: «Carmen era una genial bailaora que se entusiasmaba y bailaba fabulosamente cuando yo le cantaba».

Lo cierto es que Mairena creó una escuela, que él mismo denominó mairenismo, caracterizada por la búsqueda de la forma más pura y ruda de interpretar los cantes. Con frecuencia pasó años estudiando algún cante hasta desentrañar su forma original y reconstruirlo como debía haber sido. Sin él, muchos de los estilos y formas de cante que hoy permanecen se habrían perdido. Pensaba que el cante estaba hecho, tal y como confesó en una entrevista: «El cante puede desarrollarse; ha llegado a un grado de desarrollo, pero lo que yo no puedo es crear cante.»

Uno de los acontecimientos más importantes en la biografía de Antonio Mairena, y uno de los más comentados, fue la convocatoria en 1962 del III Concurso de Córdoba, evento de gran importancia en el mundo del flamenco. En aquella tercera edición, celebrada los días 19 y 20 de mayo, el concurso de Córdoba premió a Antonio Mairena con la Tercera Llave de Oro del Cante. El concurso lanzó a Mairena y le dio a conocer masivamente en España, a pesar de que el cantaor ya había ganado algún premio local y era más famoso fuera que en España, debido a su participación como cantante en la compañía de baile de Antonio o, previamente, en las de Pilar López, Pastora Imperio, Carmen Amaya o la de Teresa y Luisillo.

Antonio Mairena tenía cincuenta y dos años cuando ganó en Córdoba. Dicen algunos cantaores que el premio, si no amañado, estuvo preparado: todo el jurado votó de forma unánime a su favor. En el jurado estuvieron presentes Ricardo Molina, Anselmo González Climent, Aurelio Sellés, Juan Talega, Francisco Salinas y compositores clásicos tan importantes como José Muñoz Molleda y Mauricio Ohana. Cuentan las crónicas que Antonio Mairena cantó divinamente, pero que no fue el más aplaudido. El jurado, en el acta correspondiente, dejó claro que se concedía el galardón a Antonio Mairena tanto por la pureza de su cante como por su historial artístico, de conformidad con las bases establecidas para el concurso. El premio se lo entregó Antonio Ruiz Soler, el bailarín, que en esos momentos estaba actuando por la ciudad.

Discográficamente hablando su legado es muy importante, aunque llegó algo tarde: las primeras placas de Mairena se grabaron en 1941, cuando el cantaor tenía ya treinta y dos años. Tenía preparado un repertorio puro, pero al llegar al estudio de La Voz de Su Amo de Barcelona le dijeron que tenía que hacer cuatro fandangos y cuatro cuplés. Pasó un calvario notable junto al guitarrista Esteban Sanlúcar, así que no le quedaron más ganas de repetir la experiencia y decidió volver a sus cantes para pequeños círculos en ventas y colmaos.

La siguiente sesión se retrasó hasta 1950. Volvió a grabar ocho temas, esta vez para la Columbia de Madrid, con Paco Aguilera de guitarrista. El repertorio también tuvo fandangos, pero además bulerías, alegrías, soleares y una seguiriya. Todavía grabó dos sesiones más en esta década: una en Tánger con soleá y fandango, y otra en Londres, en 1954, con Manuel Morao a la guitarra. Ambas tuvieron una edición limitadísima, hasta que en 1992 la Junta de Andalucía las recogió digitalmente en los dieciséis volúmenes de sus Grabaciones Completas. Los cantes de Londres los volvió a grabar en Madrid para la Columbia española en 1958, con Paco Aguilera y Moraíto Chico de guitarristas. Ese disco fue su primer larga duración español y se tituló Cantes de Antonio Mairena.

Mairena afirmó que no había grabado más porque su cante no era de los momentos que le tocó vivir, pero su fama fue extendiéndose gracias a sus actuaciones con Antonio por todo el mundo. Tan parca discografía se vio compensada con las magníficas grabaciones realizadas a partir de 1963. Ese año vieron la luz tres discos, de cuatro canciones cada uno, titulados Noches de la Alameda, Duendes del Cante de Triana y Tangos de Andalucía. En los tres estuvo Melchor de Marchena a la guitarra. Ese mismo año participó en el Primer Gazpacho de Morón dedicado a la memoria de Silverio.

Tras su actuación, se planteó plasmar en disco su cante más puro, y así grabó en 1964 La Llave de Oro del Cante y, un año después, Cien años de Cante Gitano. El paso definitivo, discográficamente hablando, lo dio Mairena en 1966 al editar los excepcionales tres volúmenes titulados La gran historia del cante gitano andaluz para la Columbia española, con texto explicativo de Ricardo Molina. En este estuche, Mairena se atrevió con treinta soleares diferentes y diecinueve seguiriyas. El «mairenismo» estaba más que servido, y no fueron sólo sus hermanos Curro y Manuel Mairena sus más directos seguidores.

También ese año dio a conocer su particular Antología del Cante flamenco y gitano para Columbia-España donde entre otros y tras tres años de preparación grabó a Aurelio de Cádiz, Juan Talega, José Salazar, Pepita Caballero, Rosalía de Triana, Pepe Torre, la Piriñaca de Jerez y la Perla de Triana, junto a los guitarristas Melchor de Marchena, Morao de Jerez y Antonio Arena. En 1969 se editaron nada menos que cuatro discos suyos de larga duración, todos para RCA: Honores a la Niña de los Peines, Mis recuerdos de Manuel Torre, La fragua de los Mairena y Saetas de Antonio Mairena.

En septiembre de 1975, cuando Antonio se retiró de las actuaciones por problemas de salud, su pueblo, Mairena de Alcor, le dedicó la decimocuarta edición del festival que lleva su nombre. Allí estuvieron Curro y Manuel, pero también Nano de Jerez, el Poeta de Alcalá y la guitarra de Melchor de Marchena. El «mairenismo» se plasmaba así en una actitud de ortodoxia frente a la pureza de los cantes. Luis Caballero y más recientemente el primer Lebrijano o José Menese han sido sus más notables abanderados.

En los años setenta, Mairena grabó una serie de discos muy interesantes; dos para Ariola, de estilo muy puro: Antonio Mairena y Cante de Jerez y cantes festeros, ambos de 1972. Con Phillips realizó el año siguiente Cantes de Cádiz y Los Puertos, y más tarde Triana, raíz de cante. Para Zafiro hizo antes de retirarse de los escenarios Esquema histórico del cante por seguiriyas y soleares. Sin contar sus colaboraciones en obras colectivas, se debe citar su labor de productor y descubridor de algunos cantaores, como Juan Talega.

Mairena es una de las personalidades más relevantes de la historia del flamenco y tal vez la más importante de la segunda mitad del siglo XX. Destacó no sólo como uno de los más grandes y completos cantaores, sino también como investigador y divulgador de este arte, tal y como muestran los artículos, conferencias y ensayos que quedaron compilados en sus libros Mundo y formas del cante flamenco (en colaboración con el poeta y flamencólogo Ricardo Molina) y Las confesiones de Antonio Mairena (edición de Alberto García Ulecia). Esta faceta académica le distinguió toda su vida del resto de los cantaores e hizo de él un personaje peculiar en el mundo del flamenco. Cantó también en la película Duende y misterio del flamenco. Merecedor de los más distinguidos honores que haya recibido jamás un artista flamenco, destacan entre éstos el título de Director Honorario de la Cátedra de Flamencología y Estudios Folclóricos Andaluces de Jerez de la Frontera (1959) y la Medalla de Oro de las Bellas Artes (1983).

FUENTE: www.biografiasyvidas.com