Manuel Jiménez Rejano, cantaor, más conocido en la historia del arte del cante flamenco con su propio nombre artístico de JIMÉNEZ REJANO, nació en Puente Genil (Córdoba) el día 12 de marzo del año de 1949, y murió en Hospitales de Llobregat (Barcelona) el 24 de diciembre de 1989. En cuanto a sus cualidades y calidades cantaoras qué duda cabe que Manuel fue un buen cantaor. Un cantaor largo que, a pesar de morir a los cuarenta años de edad, dejó once grabaciones discográficas y su participación, junto con otros renombrados artistas, en otras seis. Con una voz aguda, flexible pero a la vez rajá y partía, cuentan los que tuvieron la dicha de escucharle en directo en múltiples ocasiones que desde el primer momento llegaba al aficionado, entablando con el mismo el imprescindible diálogo afectivo para el nacimiento del buen cante flamenco.
Algunos aducirán que Manuel Jiménez Rejano a raíz de su repentina muerte en 1989 ya obtuvo los suficientes reconocimientos, como ese magnífico festival que se le dedicó en el antiguo campo de deportes Jesús Nazareno en mayo de 1990 participando artistas de la talla de “Fosforito”, José Menese, Luis de Córdoba, “El Cabrero”, Diego Clavel, José el de la Tomasa, José Mercé, Chano Lovato, Naranjito de Triana, Calixto Sánchez, Paco Toronjo, Aurora Vargas, José Galán, Manolo Silveria, Paco el del Gastor, Pedro Bacán, José Luis Postigo, Manolo Franco, y Quique Paredes.
Y es verdad, pero todos ellos nacieron, según me cuentan protagonistas de aquella época, de un sector de aficionados nucleados, fundamentalmente, en la incombustible Peña Flamenca de Frasquito, quedándose un tanto al lado, aunque evidentemente participando, el ámbito institucional de nuestro pueblo. Sí que es cierto que el Ilustre Ayuntamiento de Puente Genil rotuló una de sus calles con su nombre y le concedió, el 5 de abril de 1990, a título póstumo, el Membrillo de Oro. Pero insistimos, el máximo reconocimiento flamenco que Puente Genil otorga cada año debe, en mi humilde opinión, recaer también en sus hijos flamencos más ilustres.
Y qué duda cabe que Manuel lo fue. Hace unos años se le concedió a José Bedmar “El Seco”; posiblemente de aquí a no mucho debamos de pensar en nuestro entrañable Frasquito, ¿por qué no ahora a Manuel? Como reconoció el maestro “Fosforito” hace unos días en una entrevista, Manuel “fue un buen cantaor, un cantaor del pueblo, y al pueblo corresponde reconocer y homenajear a sus cantaores”. Que así sea.
En cuanto a sus cualidades y calidades cantaoras qué duda cabe que Manuel fue un buen cantaor. Un cantaor largo que, a pesar de morir a los cuarenta años de edad, dejó once grabaciones discográficas y su participación, junto con otros renombrados artistas, en otras seis. Con una voz aguda, flexible pero a la vez rajá y partía, cuentan los que tuvieron la dicha de escucharle en directo en múltiples ocasiones que desde el primer momento llegaba al aficionado, entablando con el mismo el imprescindible diálogo afectivo para el nacimiento del buen cante flamenco. Además Manuel, en los años 60 del pasado siglo, fue otro de los pioneros en el proceso de apertura del arte flamenco a nuevas formas expresivas con la utilización de los incipientes recursos musicales del momento ofrecidos por las casas discográficas. Una labor que, en general, los aficionados le reconocemos únicamente a, por eje, artistas como Camarón, pero en la que Manuel fue un destacado artífice.
FUENTES: elartedevivirelflamenco.com
saludosflamencos.blogspot.com