Rubito de Pastora, que el próximo mes de octubre cumplirá 62 años, es una de las grandes figuras de un cante flamenco subterráneo que recorre todo el cinturón de Barcelona y que brota en las peñas de los barrios de L’Hospitalet, Cornellà, Badalona, La Llagosta… Rubito ha cantado sus romances en todas ellas, y ahí, en ese cante antiguo que trae nuevas de las tristezas del conde Olinos o de los amores del paje Gerineldo, nadie es capaz de plantarle cara a Rubito de Pastora. Sale del bar Extremeño a la calle la música de un cante flamenco, y dice Rubito: «Ése soy yo».
Rubito de Pastora se llama Victorino Blázquez, y anda prejubilado de su trabajo de pintor de coches en la Nissan Motor Ibérica. Rubito es un cordobés de Fuentecarreteros que llegó a Barcelona con 23 años, en busca de la fama del flamenco, pero antes de alcanzarla se casó con una muchacha de Granada, y luego tuvo dos hijos, y convertido en cabeza de familia ya no se atrevió a ir a por todas. «No vine a Barcelona huyendo del hambre; lo que buscaba era ser artista. La mayoría se fue del pueblo porque no tenía trabajo; pero a mí el campo no me gustaba. Yo era muy poquita cosa, y aquellos calores me ponían malo. Aquí, al principio me coloqué de albañil, pero tampoco me gustaba y eché una solicitud en Correos. Para entrar tenía que pasar un dictado y me equivoqué en las palabras ‘joya’ y ‘joyería’, que las escribía todo el rato con elle. Entonces me dijeron: ‘Vaya usted a una escuela nocturna’, y estando en ella fue cuando me llamaron de la Nissan, donde me he quedado. Si hubiera seguido soltero, o no hubiese tenido hijos, habría sido artista y habría corrido el mundo; pero yo quería mucho a mis niños y cada vez que les decía que me iba a ir de gira se ponían muy tristes. Y tampoco le hacía mucha gracia a mi mujer que yo anduviese por ahí solo, y de esta manera tuve que dejar el cante para los fines de semana».
Rubito de Pastora tiene siete discos grabados y un libro biográfico (Rubito de Pastora. Pasión por el flamenco, escrito por José María Parra, Francesc Serrano y Silvia Lara, y editado por el Congreso de Cante Flamenco de Badalona en el año 2003), y le ha cantado a Tarradellas en el Hogar Extremeño de Barcelona, y con Jordi Pujol ha compartido cante y mesa en varias ocasiones, y a los exiliados republicanos de Toulouse también les ha llevado su cante flamenco. A Rubito le han llamado de los sitios más dispares para que vaya a cantar. «Una vez que estaba jugando al dominó en la Casa de Córdoba de Barcelona, se me acercó un muchacho y me preguntó si yo era Rubito de Pastora, y me explicó que un tío suyo estaba agonizando y el hombre, como era muy cordobés, no quería morir sin escuchar antes unos cantes de Córdoba. Había buscado y alguien le había dicho que yo era de los que mejor los cantaban. Me vi en un compromiso, pero me dio pena del enfermo y eché mano de un guitarrista de allí y salimos pitando los tres en un taxi. En la casa me encontré con un hombre muy delgado, al que se le notaban todas las costillas, y que daba unos ronquidos tremendos. Me senté a la vera de su cama para cantarle y, mientras le cantaba, el pobre hombre quería levantarse de la cama con una fatiga… y daba cada vez unos ronquidos más grandes… Y yo venga cantar… Nos habían puesto también en una mesita una botella de vino con dos vasos, pero por prudencia no nos atrevimos a tocarlos. El caso es que yo llevaba más de una hora cantándole al moribundo y empezaba a quedarme ronco, de manera que de vez en cuando le echaba una mirada al sobrino como preguntándole si la cosa iba a ir para largo, porque yo no sabía cuándo se iba a morir esa persona. En cuanto me comprendió, se acercó el sobrino al enfermo y le dijo muy atento: ‘Tito, que el hombre se ha hartao de cantar, y se está quedando ronco, así que muérete ya cuando te salga de los cojones’. A la hora y media de dejar de cantarle, aquel pobre hombre se fue de este mundo».
A Rubito de Pastora le gusta contar que se siente muy cordobés y que quiere mucho a su pueblo y a sus paisanos; pero a continuación precisa que el verano que llevó su libro al pueblo los únicos que se lo compraron fueron los emigrantes que volvían de veraneo, y entonces se queda meditabundo y añade que, si lo considera egoístamente, está convencido de que en Cataluña se han portado mejor con él que en su pueblo. Cuando a Rubito se le habla de su paisano José Montilla, explica que le conoció hace más de 30 años, cuando Montilla presidía una entidad flamenca de Sant Joan Despí o de Cornellà, y cuando se le pregunta qué le parece la posibilidad de que el presidente de la Generalitat sea, al igual que él, natural de Córdoba, responde con gesto rudo: «¡A mí eso me da igual!».
FUENTE: www.elpais.com